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Por Astrid Nolan

Acabamos este mes bonito de agosto con muchas experiencias de profunda conexión con la Madre Tierra, para algunos, cosas novedosas y para otros son recuerdos antiguos, de manera intuitiva transportados a este presente a través de la agricultura sagrada.

En Sudamérica, agosto es el mes de la Pachamama, aquí en los Andes, en Bolivia, agosto además es el mes del viento y según la cosmovisión andina los vientos fuertes que nos visitan en esta época, despiertan a la tierra del descanso en invierno, la purifican y preparan para la nueva siembra. Durante todo este mes – y especialmente el 1 de agosto – celebramos a la Pachamama y en forma de rituales y ceremonias hacemos ofrendas a la Pachamama para mostrar nuestra reciprocidad, para agradecer a la Tierra por todo lo que nos da, para pedir permiso antes de empezar a trabajarla, antes de remover los campos, que es la piel de la tierra y pedir una buena cosecha y fertilidad para el ganado.

Para nosotros la agricultura no es un mero acto mecánico, es la acción que manifiesta nuestra profunda conexión con la madre tierra, la reciprocidad, el ciclo de la vida. Trabajar la tierra de manera consciente fortalece nuestra conexión, nos recuerda de que somos uno, que nosotros somos una plantita más que crece desde la tierra, nuestra madre. Madre, porque nos nutre, nos da alimento, nos da vida y energía. Y a través del ritual nosotros de forma simbólica devolvemos a ella lo que tomamos, lo que ella nos regala, le damos alimento, la nutrimos también con nuestra alegría y nuestro amor. De esa forma mostramos nuestra reciprocidad y aseguramos el equilibrio entre la tierra y nosotros. Para el mundo andino, la reciprocidad no solamente está relacionado con cosas materiales, si vibramos con amor y alegría, los cantos y los bailes, también son ofrendas a la Pachamama. El ritual y la celebración en forma de ceremonia es la manera como nos comunicamos con el mundo invisible, la Pachamama.

¿Cómo se hace estos rituales? Antiguamente se ha transmitido sólo por vía oral y los niños aprendieron al ayudar a los mayores y a través de la misma experiencia, así que no hay un único protocolo de como debe ser el ritual, sino más bien tiene sus variaciones y adaptaciones según la región o el lugar. El ritual más común es hacer un hueco en la tierra y adentro ofrendar alimentos, semillas y otras cosas valiosas para uno, pero sobre todo lo que recibimos de la tierra, para devolverle a ella, para alimentarla. No deben faltar la hoja de coca o según la región otra planta sagrada por ejemplo el tabaco más al norte, el sahumerio para limpiar y purificar, flores y agua. Aquí no usamos bebidas fermentadas, pero tradicionalmente también está presente la chicha de maíz y de maní, el canto y la danza. Después de colocar la ofrenda dentro del hueco en la tierra, se tapa todo con tierra y arriba se coloca piedras y flores. No hay instrucciones fijas a seguir. Uno puede trabajar mucho con la intuición, siempre que no falte la reverencia y el agradecimiento en cada momento.

También se puede hacer un mándala de flores, alimentos, frutos y semillas, colocado de forma bonita y armoniosa sobre la tierra y enterrarlo el día siguiente.

El origen de esa tradición andina viene de los tiempos prehispánicos y sigue bien vivo hasta hoy en día, aunque modificado y con elementos más modernos en algunas regiones. No es como el día internacional de la Tierra, que se celebra el 22 de abril y fue una invención de un político en el año 1970.
Celebrar y honrar a la Pachamama en el mes de agosto tiene otro tipo de fundamento, relacionado al calendario agrícola y los ciclos naturales. En este mes generalmente termina la época de frío, preparamos la tierra para la nueva siembra, es cuando se empieza a trabajar intensivamente la tierra, y luego cuando ya se va el frío – aquí en la valle de Cochabamba ya pasa en agosto – todo empieza a florecer más, en los árboles frutales podemos ver flores que transforman los árboles, en invierno descoloridas, en un buffet para los ojos con sus hojas nuevas de verde vivo y flores aromáticos que nos hacen soñar de los deliciosos frutos en los que se transformarán; en los campos empezamos a ver las puntas verdes de la planta de maíz brotando desde la tierra abriéndose paso a la luz después de haber dormido en semilla bajo la tierra, con tanta sutileza y tanta fuerza a tan pocos días de vida, dejándonos soñar de esta mazorca jugosa y dulce que vamos a disfrutar calentito con un quesillo o soñando de esta huminta deliciosa, una especie de torta de maíz boliviana, de la que hay escasez durante el invierno cuando no hay choclo. Aquí todavía se siente el ciclo de la vida en algunos aspectos, todavía hay frutos y verduras que solamente se encuentra en su respectiva temporada, y no todo el año que de verdad no es natural.

Pero la reverencia a la Pachamama, sobre todo tiene significado para los campesinos y las generaciones mayores. La mayoría de los jóvenes ya no tiene la misma conexión con el ciclo natural de la vida. La gente que vive en la ciudad ni recuerda cuando empieza la siembra, algunos no recuerdan cuando pisaron tierra con sus pies por última vez. Pero en el campo de Bolivia, en los pueblos pequeños, se recuerda todavía las tradiciones antiguas y la reverencia para la Madre Tierra está intacta.

Pero ¿por qué solamente los agricultores celebran este mes, por qué solo los agricultores observan el ciclo de la naturaleza? ¿No somos todos agricultores? Es que eso es nuestra naturaleza, somos nosotros. Aunque agricultores del jardín de nuestro corazón, todos somos agricultores. ¿No deberíamos todos tener algún lugar donde podemos sembrar, realizar esa conexión mágica con la Madre Tierra, aunque sea una maceta en la ventana con una planta aromática, o quizás algún amigo que tiene jardín y nos presta un rinconcito para sembrar verdura, alguna cubeta con una planta de frutilla en la azotea… No se necesita mucho, sabemos que no siempre es posible tener un pedacito de campo, pero activamos nuestra creatividad y hacemos lo que podemos con lo que tenemos, soñando de un futuro mejor, volviendo a nuestros raíces conectando con el ciclo sagrado de la vida. El futuro es crecer tu propio alimento. Eres lo que comes y mucho mejor que tu lo sembraste con tus propios manos y tu energía. Esta en nuestros manos que esta conexión sagrada con la Tierra vuelva a ser parte natural de nuestra vida y las nuevas generaciones, desde los niños pequeños crecen en un entorno reverente a la Pachamama.

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